El mesero se retiró después de tomar atenta nota de los dos pedidos: Costoletta di maiale in salsa di miele para él y Medaglioni di giovenca alla parmesana para ella.
La charla se llevó a cabo acompañada por un buen merlot chileno y unos funghi alla formaccia como entrada mientras era atendido el pedido. Finalmente la ocasión ameritaba darse un poco el ancho de manga pensó Juan Francisco mientras miraba fijo los ojos verdes de Mariana. Después de 6 años volvía a sentarse en la misma mesa con su amor de colegio.
Había sido un romance tonto, de esos de vacaciones de verano. Pero, pese a las advertencias de Mariana, Juan Francisco quedó mucho más ilusionado de lo que debía. Incluso había esperado el regreso de Mariana siéndole casi fiel a su recuerdo (Las dos chicas con las que se enredó en ese tiempo nunca llegaron a significar nada realmente). Y siempre tuvo la ilusión de que ella regresaría con intenciones de continuar su romance en el punto justo donde lo habían interrumpido: en aquel extraño momento de conocimiento mutuo y propio a nivel sexual por el que suele atravesar toda pareja y en el cual es posible expresar los deseos más íntimos sin miedo a la censura o a la burla. Para Juan Francisco no debían pasar mas de dos salidas juntos para estar de nuevo en la cama explorando puntos, situaciones y palabras que les hicieran estremecer hasta el alma.
Mariana habia hecho un MBA en Harvard y había dado unas cuantas vueltas de reconocimiento por varios paises europeos en estos seis años. Ya noera la misma chiquilla tonta que había partido una vez sin saber a ciencia cierta para donde iba o con que se iba a encontrar. En estos seis años había compartido su vida con un canadiense y un polaco. Y su cama con muchas mas nacionalidades e incluso orientaciones sexuales. Ella esperaba encontrar en Juan Francisco el amigo-enamorado inocente que habia dejado atrás, de hecho añoraba más al amigo que al amante inexperto con quien compartió alguna vez unas cuantas tardes.
Era inevitable el choque de intereses.
- Y bien Mariana, ¿qué tal la vida en Europa?
- Pues sinceramente es bastante normal, aunqe no te voy a negar que es un poco más cosmopólita. La multiculturalidad es innegable, el constante roce social entre las ideologias y pueblos hace que sea una cultura rica en matices a todo nivel.
Juan Francisco siempre había odiado a los falsos intelectuales que pretenden abrumarte con palabrejas rebuscadas, sin embargo en labios de Mariana las palabras sonaban a música así él no pudiera entenderlas del todo.
- Me alegro de que te haya ido bien por allá. - Fué lo único que pudo espetar Juan.
- Pues afortunadamente si. Y a ti ¿Cómo te ha ido?
- Pues bien, en la medida de lo posible. Despues de que te marchaste hice un par de cursos que estaban de moda: uno de computación, uno de ciencias forenses y otro de cocina internacional.
- Debiste hacer uno de redacción tontito, si dices un par no puedes enumerar tres: no hay concordancia.
- Lo siento, nunca se me dio la expresión oral. - Juan Francisco se sintió ofendido por la corrección, pero algo en su ego refulgió un poco con el "tontito" si bien podía ser un intento de insulto también, en cierta forma, era un tratamiento cariñoso.
- Y ¿En qué trabajas ahora?
- Estoy como administrador de red de una empresa: de algo tenía que servir el curso de computación.
- Claro, pero este restaurante es bastante caro, ¿Estás seguro de que no quieres que te ayude con la cuenta?
Y aunque el bolsillo y la cabeza de Juan decían otra cosa su corazón y boca se apresuraron a decir:
-No, como se te ocurre, sería el colmo que después de seis años no tuviera siquiera con que invitarte a comer.
El mesero llegó con las ordenes y la conversación se suspendió indefinidamente.
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