martes, mayo 03, 2005

De porqué me gusta la ciencia ficción

Último libro leído: El curioso incidente del perro a media noche / Mark Haddon / Excelente 9.5/10
Leyendo actualmente: La importancia de llamarse Ernesto (De una antología) / Oscar Wilde
Última película vista: El pacto de los lobos / Excelente 10/10


Hace mucho tiempo, no tanto realmente, solía creer que cuando creciera podría tener mi propio robot, estilo Mazzinger Z. Que alguien iba a llegar y me pediría montarme en él para salvar al mundo. Ahora no. Ahora creo que algún día podré construir mi propio robot con un cerebro positrónico y que él me ayudará a mejorar su propio diseño hasta hacerlo tan humano como Andrew (El hombre bicentenario / Isaac Asimov).

En fin sé que, de no ser por las limitantes económicas, a eso es a lo que me gustaría dedicarme: a la inteligencia artificial.

Los libros de Asimov fueron mi primer acercamiento (luego del de mazzinger) a este mundo aún incipiente de la robótica y la inteligencia artificial. En ellos fue donde aprendí las tres leyes de la robótica y donde empecé a vislumbrar lo que me gustaría ser: un creador de robots, o por lo menos de sus cerebros.

Es curioso como la ciencia ficción se convierte en ciencia real con el paso de los tiempos... Cuando Julio Verne habló de visitar el fondo del océano en un aparato metálico (20.000 leguas de viaje submarino) o de conocer el lado oculto de la luna (De la tierra a la Luna) eran ideas traídas de los cabellos y prácticamente irrealizables con la tecnología existente por aquel entonces. Y hoy en día son el pan de cada día. Así que espero alcanzar a ver, por lo menos, el primer cerebro positrónico. Avances en ese sentido los hay, y orgullosamente algunos de ellos son colombianos, como las explicaciones sobre el funcionamiento del cerebro de Rodolfo Llinás (El Cerebro y El Mito Del Yo).

Y ustedes que opinan: ¿Será posible crear un cerebro artificial?

1 comentario:

Kamilo Klauss dijo...

En eso tienes razón Sofía, pero en el hombre bicentenario precisamente Asimov plantea la posibilidad de que, dadas las habilidades cognitivas a un robot, él mismo se empiece a perfeccionar hasta alcanzar otros niveles de conciencia, incluso sentimientos o algo similar a ellos.