jueves, mayo 12, 2005

La necesidad

En un cuento ruso (La necesidad/Les debo el autor) se plantea una discusión filosófica entre dos monjes. La discusión se centra en que uno de ellos quiere oponerse a lo que en el cuento se llama la necesidad, pero viene a ser más nuestro concepto de destino, y el otro se abandona a ella.

Los dos meditan en un templo dedicado a este dios y cada uno desde su punto de vista supone que o está yendo en contra de los designios del dios o los está siguiendo al pie de la letra. Lo curioso es que los dos terminan haciendo exactamente lo mismo. Y los dos llegan a la conclusión de que el dios necesidad lo único que hace es tomar nota de las decisiones de cada uno haciéndolas aparecer como "predicciones".

Finalmente el autor llega a la conclusión de que lo mejor que se puede hacer respecto a la necesidad, o el destino, es asumir las responsabilidades de la vida de cada quien y no andar achacándole al destino, o la necesidad, la culpabilidad de nuestros fracasos o triunfos.

Muchos de nosotros nos enfrentamos a la vida con la actitud de dejar que nos pase por encima, que las cosas sucedan "porque tienen que suceder". Cuando cada uno podría, y debería, emanciparse en su propía vida, hacerse su propio jefe y labrarse su camino. Yo no creo en la predestinación, en la intervención divina en nuestras vidas o en el "intelligent designer" tan de moda en estos días en los circulos estadounidenses. Creo que cada quien paso a paso va haciendo su camino (Andares. / Joan Manuel Serrat) y decir que uno estaba predestinado a hacer algo o que alguien superior hizo que hiciera esto o aquello es pura charlatanería, es falta de pantalones para asumir sus responsabilidades. Finalmente yo soy el único responsable por mis acciones.

Y no digo nada más porque yo quiero y no porque estuviera predestinado a no decir nada más.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Asumir mi responsabilidad con valor, esta realidad me encanta.

gracias.

esa es la actitud.

michi

Anónimo dijo...

Nada superior que nos determine, estoy de acuerdo. Pero de que hay gente con suerte la hay...

Sofía.