Ayer releí "La alegría de querer" de Jairo Anibal Niño, un libro de poemas para niños de 8 a 12 años, y me decepcioné retrospectivamente de mí mismo.
Me decepcioné porque me di cuenta que muchos de los poemas que escribí parecen copias, mal hechas, de poemas de Jairo Anibal. Tienen más o menos la misma idea central e incluso un desarrollo parecido.
Pero entonces recordé que había leído en alguna parte (//nota mental: buscar esa "alguna parte") que era prácticamente imposible no terminar escribiendo cosas que se parecieran o de forma o de fondo a aquellos textos que alguna vez nos impactaron. Por eso ha habido corrientes literarias. Y entonces hice una corta revisión mental de mi corta historia como poeta, ya finalizada hoy día, y llegué a la conclusión que realmente no debía sentirme desilusionado: si bien algunos de los poemas eran muy parecidos a los de Jairo Anibal Niño hay otros que no, y son más los segundos que los primeros. Sigo entonces teniendo intacto mi orgullo poético.
Ya sólo me falta superar el miedo a la vergüenza y llevarle los manuscritos a algún editor.
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