"A veces, cuando duermo mal, sueño que quizás nuestro país todo es un reality show, el más grande del mundo, inventado por un productor inescrupuloso. La campaña electoral tiende a confirmarlo. ¿Acaso no visitó Álvaro Uribe el estudio donde se realizaba Gran Hermano? ¿Acaso en las listas para Senado de su partido no aparecen 40 concursantes elegidos tras un casting digno de la tele? Colombia repite sospechosamente los elementos del género. Para empezar, apostó por el verdadero secreto de los realities, que es el morbo de experimentar nuevas sensaciones, como reducir unas tetas o ampliar un mandato electoral. Luego, la dictadura de la sintonía: la popularidad como medida de todas las cosas. Después, la renuncia a las ideas y el reino de los personajes: cantantes o políticos, da igual. Enseguida el infalible truco de la exclusión de la casa, aplicado ya a congresistas dudosos y señoras vinculadas a los paramilitares. Todo opera dentro de los cánones del reality, en medio de enorme dramatismo, con lágrimas, risas y apelaciones al Gran Hermano. Además, como en el modelo, la función no acaba nunca: fuera del estudio continúa la farándula, así como el Presidente es candidato sin necesidad de candidatura.
Aplastado por el reality nacional, me pregunto qué papel nos cabe a los ciudadanos. Y temo que es idéntico al de los pobres televidentes, que creen decidir el destino de los concursantes sin darse cuenta de que los primeros manipulados son ellos."
Daniel Samper Pizano
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia...
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